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Qué nos queda

¿Qué nos queda
si arrojamos por la borda
los cofres del tesoro,
las tiaras, las perlas,
los brillantes, los doblones?
¿Qué nos queda
si nos deshacemos del lastre de los cañones,
del orondo furor de los proyectiles,
de la silbante mordedura de los cuchillos?
¿Qué nos queda
si arriamos las banderas
y la prohibitiva altura
de los muros,
de los aranceles, de las alambradas?
¿Que nos queda
si osamos a conversar con las estrellas,
obviando la presencia de los cartógrafos
y de las coloridas esferas cuadriculadas,
cuarteadas,
etiquetadas,
definitivas?

Quizá nos quede la tierra,
los manzanos,
los generosos ríos, los cantarinos arroyos,
la silvestre bondad de los dátiles,
la fresca sombra de las higueras.
Quizá nos quede la palabra,
las canciones,
la atrevida riqueza del mestizo,
la rica herencia del sabio.
Quizá nos quede el horizonte,
las praderas, los bosques,
las olas, los lagos, las riberas,
las onduladas colinas,
las misteriosas montañas.
Quizá nos quede la libertad,
la insondable presencia de los océanos,
la tónica existencia de las radas,
el virginal paso sobre un sendero
que a nuestras espaldas se cierre
y la inmensidad sin medida de un mundo
en el que las hadas aún no hayan muerto.

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