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Mostrando entradas de marzo, 2007

Jardín, metropolitana imitación

[ ♬ ] Ahora mismo estoy aquí y nadie lo sabe, a lo sumo aquel vejete que está sentado al otro lado de la explanada (si es que me ha visto) y el operario que acaba de pasar empujando un carrillo de mano lleno de mangueras amarillas. Ahora escribo esto y nadie lo lee; redacto esto en mi libreta de bolsillo y a pluma, a la antigua usanza. Por cierto que nadie sabe tampoco cuánto me cuesta hacer que la condenada estilográfica funcione como Dios manda cada vez que la retomo. Sin embargo, al fin mis palabras circulan a mayor velocidad, pues la tinta ( azul ) ya ha empapado la plumilla y empieza a fluir sedosamente. A mis pies, un palomo con complejo de perro espera su ración de migas de pan; pero pronto se da por vencido; hace bien, pues no venía preparada para tales lances. A una mediana lejanía veo parpadear, en los rincones soleados, el inquieto negror de las moscas, igual que luces negras. Sobre mi hombro izquierdo atisbo el cortejo de las ruidosas palomas; hay un duelo detrás del

En la rueda de la fortuna

Tú, que festejas la benevolencia de un dios que te colmó de bienaventuranza y puso a tus pies un camino llano y despejado. La vida te vistió de púrpuras, te ungió con oro, y te mostró el sendero hasta la piedra filosofal y la pócima de la eterna juventud. Casi divino. Casi perfecto. Habitante de las más inaccesibles cimas. Sorbiste la ambrosía en las fuentes del Olimpo mientras que oteaste de soslayo el sórdido y mugriento engranaje que hace girar el mundo de los ricos. Allí adquiriste esa gran rueda que alargas día a día a golpe de billetero con la esperanza de impedir que ésta gire del todo. No te das cuenta de que, como un ratón enjaulado, toda tu felicidad se limita a dar vueltas dentro de ella. Imagen creada con IA ©