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Mostrando entradas de julio, 2006

Libro de visitas (II)

Hola, navegantes. Sed bienvenidos a mis playas . Acomodaos, por favor. Podeis quedaos cuanto os plazca. Aquí el aire es cálido, el mar es tibio y bajo las palmeras las suaves hamacas os esperan, mecidas por la fresca mano de la brisa. Mientras sesteais, yo os recitaré algún verso. Y mientras dormís, yo pasearé por las orillas y las simas marinas en busca de nacaradas conchas, en las que oír poemas nuevos mañana. Celebro vuestra visita. Y recordad: no importa si os quedais durante largo tiempo o si os poneis en marcha prontamente, si reincidís o si no volveis jamás... dejad constancia de vuestro paso ; es todo el pago que os pediré por vuestra estancia. Imagen creada con IA ©

Ultimátum existencial

[ ♬ ] Permitiré, en homenaje a nuestra vieja amistad, prorrogar nuestra relación durante el próximo trecho, mientras que acabo de zanjar esos asuntos pendientes que aún compartimos. En tanto, no te reprocharé, pues no tengo derecho, tu trato, ya que junto a ti no he sufrido hambre, ni enfermedad, ni opresión, ni drama. En realidad, tú único mal ha sido negarme, llenando de obstáculos el sendero de este palpitante corazón, como si te avergonzaras del único premio que en esta vida me brindaste. El simulacro toca a su fin. Ya no quedan suficientes reservas de estoicismo para soportar venideros fracasos ni bastantes esperanzas para iluminar otro lúgubre episodio. Así que, si osas herirme una vez más, esa será la última, pues no dudaré un instante en desprenderme al fin de toda esta carcasa que me prestaste para caminar a tu través. Dimitir. Devolver al limo la osamenta. Legar un palabra. Y partir sin equipaje -pura y sabia, etérea- para cabalgar l

Cantos de musa

[ ♬ ] Durante todos estos años me he batido con la Vida para defender a las Musas, pues siempre di por sentada su fragilidad. ¡Cuán ilusa fui! Ahora vedme aquí, jalonada como un vil guiñapo: las riberas bañadas de espumosa ambrosía a un lado y el tibio recuerdo de Ítaca al otro. No, no hay debilidad en las Musas, a pesar de su cándido aspecto, a pesar de su abrazo sanador. Nada noble. Nada incondicional. Cuando el plazo venza, también ellas regresarán a nuestra casa para cobrarse las deudas. Y ay de ti si no tienes con qué pagarles, porque tendrás que vértelas con sus afiladas dentaduras. Imagen creada con IA © Escrito el 13 de julio de 2006

Con el alma vendida

Tú entra sin llamar. Y ten por seguro que me descubrirás tratando con las Musas. No en vano, un día les vendí el alma. Por eso ahora persiguen mis pasos, como el cobrador del frac, y me asaltan desde todos los rincones oscuros para ajustarme las cuentas. Quizá la situación debiera atemorizarme. Sin embargo, y muy a mi pesar, dudo que lleguemos a un acuerdo razonable sin el arbitrio de la huesuda Parca. Imagen creada con IA ©