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Mostrando entradas de agosto, 2009

Tarde de levante

Como si de un lienzo de Sorolla se tratara, el luminoso paisaje parece inmóvil , como congelado en el tiempo. Incluso las hojas de los árboles permanecen quietas. Sólo el rugido y el fugaz discurrir de los automóviles traicionan tanta quietud. El viento de levante se ha quedado dormido sobre el espejo de la pleamar ; el Atlántico es ahora un león azul que dormita bajo la implacable mordedura del sol. Lo demás es todo de color amarillo ; incluso las abigarradas sombrillas parecen amarillear bajo la luz cegadora de un día de verano. El asfalto arde; una cortina de calor enturbia el aire, pintando espejismos en la mediana lejanía. Hay un gato descansando a la sombra menguante de un edificio; es el único valiente que queda sobre todas las aceras de la ciudad. Los ventiladores giran sin descanso, removiendo el oxígeno caliente. La urbe respira con pesadez, sumida en su particular siesta estival. En tanto, los niños juegan a la orilla del mar y, sobre la arena candente, las sacerdotis