Cuelgo el día en el perchero y, con el corazón descalzo, desabrocho mi armadura. El alma se despereza, atizada por el aroma del sándalo, y se sacude la nieve de la rutina. Inspiro el verbo llegar en toda la vasta extensión de sus seis letras Y el pequeño Ulises que me mora cascabelea en mi pecho haciéndome esbozar una sonrisa. Imagen creada con IA ©
Textos rescatados de las profundidades oceánicas del alma