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Mostrando entradas de septiembre, 2006

Cascarones

Eso es todo lo que somos (salvando tres excepciones) rimbombantes consumistas, impolutos cascarones, egocéntricos planetas sin interés ni intenciones de contemplar más ombligos o vestir más pantalones que el que es nuestro propio. Herméticos cascarones. Crudos buitres egipcios ocultos en los rincones, tras las pantallas de plasma, para darnos atracones con las miserias ajenas, desviando atenciones de la verdad de este mundo acotado en divisiones -cual una liga de fútbol- según cuentes tus millones. Y mientras el rico vive, el pobre se lo propone lejos del cristal pulido de nuestras televisiones sin fastidiarnos el día. Sólo eso: cascarones, sin defectos aparentes, sin mancha, sin poluciones, vestidos con tal riqueza y con tantas atenciones que a veces nos olvidamos -y no nos faltan razones- que vacíos no seríamos más que tristes cascarones. Imagen creada con IA ©

Las flores del poeta

Ay de aquel que valló su alma con altos muros y empalizadas infranqueables, vedando el paso al poeta y prohibiendo en su propiedad -desértica, atezada, baldía- la flor más hermosa. Imagen creada con IA ©

Entre Apolo y Morfeo

Aun amando a Morfeo con derroche suele ser Apolo quien atesora los segundos, minutos y las horas más ricas y gratas de la noche. Ausente de los ruidos de los coches, de los gritos y voces a deshoras, Morfeo, con mirada inquisidora, bosteza casi al borde del reproche. Y yo, en el silencio nocturno y terso, avanzo sumida en trace profundo, cautiva de las prosas y los versos, Y sobre el pliego límpido y fecundo, mitad bondadoso, mitad perverso, me dormiré bosquejando el Mundo. Imagen creada con IA ©

En los jardines

[ ♬ ] Entre los estanques y las cascadas bordeados de altas cañas cimbreantes me he instalado yo para cantarte directa desde el mundo de las Hadas. Perdida en las doradas ensenadas hallé cientos de poemas titilantes, guitarras, voces, alas, almas, cantes, impolutas palabras nacaradas. En el tranquilo fondo de las fuentes, deposito mis humildes tesoros, en la calma plateada y silente pincelada por pececitos de oro, a la vista de todos los presentes que pesquen dolores indoloros. A Jlalalba, licenciado en sonetos y flores. Imagen creada con IA ©