Ella había zurcido ya tantas veces su maltrecho corazón que éste había empezado a adquirir la apariencia de un ovillo. Su error fue confiárselo a él una vez más para que se lo cuidase, obviando de nuevo su manía de confundir los verbos y su felina afición de hacer rodar aquellas bolas de lana. Imagen creada con IA ©
Textos rescatados de las profundidades oceánicas del alma