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Mostrando entradas de abril, 2006

De merendar, Coca Cola

Hay un día en cada trimestre que, sin nada que ver con los solsticios y los equinoccios, te muestran una señal de los cambios estacionales. Barruntando la que nos toca, ya he experimentado la astenia primaveral, las alergias, la tortura de enfundarte la ropa del año anterior y los consiguientes traumas en la báscula de la farmacia de la esquina, la explosión floral, las mudanzas de los armarios, los paseos por el sol... Pero hasta hoy no he sentido ese punto de inflexión que confirma lo inevitable. Hace quince minutos me he acercado a la nevera, la he abierto y, sin la menor dilación ni duda, he rescatado una lata de Coca Cola desde los más profundo de sus blancas fauces. Luego, la he dejado sobre el mostrador un breve lapso. Se ha quedado ahí uno o dos minutos, exudando su frialdad. Y cuando he vuelto a por ella, la lata estaba cubierta de esas diminutas y apretadas perlitas de rocío y había adquirido ese húmedo aspecto aterciopelado tan peculiar. La he sujetado para abrirla.

No tengo poemas esta noche

[ ♬ ] No me pidas un poema esta noche, pues no puedo extraer de mi cabeza el mundanal ruido. Me he elevado. Me he sumergido. Me he alejado años luz. Pero todo ha sido en vano, pues hoy el estruendo está dentro de mí; se forja en los yunques, se desboca en los estribos, se desliza por el tobogán de los huesos rizados con una densidad casi corpórea. No me pidas un poema esta noche, pues hoy el mundanal ruido ha ocupado el puesto de copiloto. El tintineo de la fortuna del rico. El rugido de tripas del pobre. El silencio del que habla con las paredes. La férrea mordedura de la mordaza del acallado. El miedo sordo del pequeño. El sonoro poder del grande. La suciedad de la risa en la garganta del malo. La silenciosa odisea diaria del noble. El rechinar metálico de la bala en la recámara. No, no hay palabras en mi boca esta noche, sólo el llanto que brama surcando los anchos abismos del mundo. Imagen creada con IA ©

La felicidad cotidiana o el triste caso del individualismo políticamente correcto

Hoy por hoy, la felicidad tiende a generar reflexiones egocéntricas, egoístas percepciones de la realidad que rotan sobre ellas mismas adoptando siluetas deformadas. Ya no existen más felicidades que las de uno mismo. Creemos de ella que es un abundante bien de dominio público que, para colmo, se nos presupone como si se tratara de un órgano más de la fisonomía humana. Sin embargo, hemos olvidado que reside en las cosas pequeñas, ante las cuales pasamos de largo atraídos por otras grandilocuencias mejor cotizadas y mejor vendidas. El ser humano ha perdido su perspectiva, sumido en el egocentrismo políticamente correcto. No se da cuenta que en su mundo, perfecto y luminoso, la impermisible infelicidad prospera oculta en el ostracismo de una celda  acolchada. Imagen creada con IA ©

Poesía...

[ ♬ ] mi camino de baldosas amarillas y mi calvario, mis botas de siete leguas y mi lastre, mi polo magnético desimantado, mi innato don maldito, mi épica proeza de cada día, mi justificación sin excusa, mi cordura y mi desvarío, mi debilidad y mis cimientos, mi laberinto y mi ovillo, mi baliza y mi tormenta, mi propiedad y mi cárcel, mi clemencia y mi condena, mis alas prestadas y mis abismos. Imagen creada con IA ©

Un día

[ ♬ ] Un día me cansé de esgrimir la palabra cual florete y la reciclé para convertirla en una estilográfica. Un día me cansé de malgastar la palabra en cosas fútiles y guardé silencio. Un día me cansé de oír a la gente malgastando la palabra en cosas fútiles y hui. Un día dejé de oír a la gente malgastando la palabra en cosas fútiles y pude escuchar mi propia voz. Un día descubrí el sentido de la palabra y urdí un poema. Un día oí todo lo que mi voz tenía que decirme y el silencio se hizo. Un día el horizonte se iluminó con voces lejanas y oí otras palabras amigas. Un día atisbé un archipiélago de almas en mitad del océano y supe que no estaba sola. Imagen creada con IA ©