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Mostrando entradas de marzo, 2006

Dónde me gustaría estar ahora mismo...

[ ♬ ] Diviso una modesta casa encalada en algún rincón perdido de la sierra, con un pequeño huerto adyacente. Sentada en la desvencijada butaca del porche, escudada tras el calor de una taza de té recién hecho, diviso el extraño amanecer entre montañas, al que sigo sin acostumbrarme a pesar del tiempo que llevo aquí. Al otro lado de la propiedad se despereza esa colmena que aún no he domesticado y, delante del rústico vallado de madera tras el que se parapeta las hortalizas, corretean ya libremente cinco o seis gallinas ponedoras con nombre propio y los conejos más arrojados del pago. Ni dispersos ni apretados, en torno a la vivienda se alzan algunos frutales: un limonero, un naranjo, un manzano, un castaño, un olivo, un roble y un nogal, imprescindible en estas altitudes y latitudes. A su amparo crecen las verduras, organizadas en perfectos liños que se dirían trazados con tiralíneas: los rizados guisantes, las apuntaladas tomateras, las arenosas patatas, las crujientes coles...

Injustificable

Me siento hoy tan cansada que no hay poemas sobre la faz del Mundo capaz de justificar otro paso, otro golpe de remo en este toar a la deriva. La espesa miseria rota a mi alrededor como un envolvente agujero negro; su vacío devora mi ya de por sí desvaída aura y apaga la luz de todos mis motivos, de todas mis cosas hermosas. Sólo la abúlica automatización me mantiene a salvo; y sólo la perfección suiza de la inercia permite que mi viejo instinto de supervivencia siga en funcionamiento. Esta batalla continua consume vertiginosamente mi nivel de combustible en sangre y me deteriora el fuselaje del alma. Hal, conecta el piloto automático. Levitando en su fluido amniótico consumiré otro largo día mitad sombra y mitad noche, partícula en suspensión en plena naturaleza muerta. Imagen creada con IA ©

Medianoche

En torno a mi, los sonidos se mitigan; el chaparrón de ruidos remite. La medianoche derrama su silencio sobre la urbe, lengua felina, haciendo recuento y cerrando balances. El itinerario se ralentiza; el minutero se acelera. Atraído por el aroma de un atavismo simiesco, el monstruo se atrinchera debajo de la cama, alerta como un tigre en ayunas; su cacería no ha hecho más que comenzar. Mientras tanto, sobre los tejados, ajeno a los demonios nocturnos, Morfeo festeja sus primeras victorias. Imagen creada con IA ©

Gollum, Sméagol y yo

He de decir que de todos los personajes de la mitología Tolkien, y más concretamente de "El Señor de los Anillos", siempre he sentido una especial debilidad por el príncipe Faramir, por su sabiduría, su heroicidad, su humildad, su tragedia. Sin embargo, si existe algún personaje que me resulte afín, ese es el sombrío Gollum/Smeagol. Inofensivo y cruel, asustadizo y temerario, indeciso y constante, bueno y malo, siempre dominado por el poder de su tesssoro... Al fin y al cabo, elevado o vil, todos tenemos un tesssoro ante el que sucumbimos sin más remisión. El mío es (quizá te lo preguntes) mi propia escritura. Siendo sincera, puede que aún esté a tiempo de reformarme, regresando a mi estadio de dulce y simpático hobbit que cruza las verdes praderas de la Comarca saltando como un rubicundo gorrión... Sin embargo, creo que paso demasiado tiempo sumergida en las grutas como para lograrlo. Por si acaso, aún consumo (e incluso elaboro) mis lembas/poemas, las cuales me ayud

A ti, andante sostenuto

[ ♬ ] A ti que cubres las praderas con asfalto. A ti a quien una secuoya milenaria no le infunde respeto. A ti que nunca has visto una varita de tomillo anclada a la tierra. A ti que reduces el rompiente marino a oportunidad lucrativa. A ti que jamás te cautivó un paisaje, una flor, un hormiguero. A ti que no has visto planear sobre los riscos al buitre leonado y que, para colmo, te da lo mismo. A ti que no has iluminado tus ojos con la nácar de la vía láctea. A ti que nunca has dormitado a la perfumada sombra de una higuera. A ti, al fin y al cabo, que no sabes distinguir lo banal de lo importante, no lamentes si al final, uno de estos días, te engulle el azul, o el barro. Imagen creada con IA ©