Seas quien seas, te doy mi bienvenida. Despójate de tus defensas y, con el alma liberada de ese peso, descansa un rato. Ocupa tu tiempo aquí como mejor te apetezca. Sabes que puedes quedarte. Sabes que puedes regresar tantas veces como desees. Incluso puedes simplemente tenderte bajo el sol, sobre la granulada arena, o al frescor de la sombra, bajo los polvorientos pinos, descansando los entumecidos músculos antes de continuar tus navegaciones. Más allá del blanco encaje de las olas te esperan mis extensos dominios, abisales, ricos, íntimos pero también laberínticos, casi inabarcables. Si te apetece sondearlos, hazlo libremente; tú sólo tienes que decidir qué paisajes deseas recorrer. El pasaje no es excesivo: sólo las ganas de navegar. Si bien, te advierto que no podré protegerte del embrujo de las sirenas, si es que en efecto te tropiezas con ellas en medio de la travesía. Eso sí, si al cabo del tiempo no hallaras nada que te retuviese aquí, yo misma podría ayuda...
Textos rescatados de las profundidades oceánicas del alma