Este jueves, nuestra anfitriona es Judith, que nos propone pasearnos por el bosque. Visitadla para leer más textos.
"Codiciamos lo que vemos cada día" Hannibal Lecter en "El Silencio de los Corderos"
Cuando olfateaba su presencia, bajaba como loco desde los riscos para acompañarla a escondidas a lo largo del sendero, escudado por las sombras del bosque. La había visto crecer año tras año, caminando descuidadamente bajo los robles, desoyendo las advertencias de los adultos, recolectando flores y, más tarde, hierbas y hongos.
Ahora en el pueblo era ella la que encarnaba el temor de todos los padres, haciéndoles olvidar la fiereza de su familia. Sus voluptuosos caprichos, sus contoneos y sus paseos a solas por el bosque eran un semillero de cuchicheos y malas lenguas. 'Calza unos zapatos demasiado caros para ella' murmuraban a menudo las comadres haciendo corros cuando la veían pasar de largo.
Cochina envidia. Triste ignorancia. Había que ser como ella para calzar unos Manolo Blahnik por el camino que cruzaba el robledal sin despeinarse. Pero nadie en kilómetros a la redonda podía entender aquella belleza, salvo él.
Cuando sintió su presencia era ya demasiado tarde. Su sombra, más oscura aún que la del propio bosque, se había materializado en todos los cuentos de viejas que había escuchado a lo largo de su efímera existencia. Su ígneo aliento en el cuello fue lo último que sintió.
Inclinado sobre el cuerpo desmadejado y aún caliente de su musa, él se incorporó y se alejó acariciándole suavemente las piernas, tersas y firmes, hasta llegar a los tobillos. Por unos segundos admiró la belleza de sus pies vestidos de rojo. Entonces le extrajo los tacones y, haciendo equilibrios sobre ellos, se alejó canturreando de regreso a la guarida.
"Codiciamos lo que vemos cada día" Hannibal Lecter en "El Silencio de los Corderos"
Cuando olfateaba su presencia, bajaba como loco desde los riscos para acompañarla a escondidas a lo largo del sendero, escudado por las sombras del bosque. La había visto crecer año tras año, caminando descuidadamente bajo los robles, desoyendo las advertencias de los adultos, recolectando flores y, más tarde, hierbas y hongos.
Ahora en el pueblo era ella la que encarnaba el temor de todos los padres, haciéndoles olvidar la fiereza de su familia. Sus voluptuosos caprichos, sus contoneos y sus paseos a solas por el bosque eran un semillero de cuchicheos y malas lenguas. 'Calza unos zapatos demasiado caros para ella' murmuraban a menudo las comadres haciendo corros cuando la veían pasar de largo.
Cochina envidia. Triste ignorancia. Había que ser como ella para calzar unos Manolo Blahnik por el camino que cruzaba el robledal sin despeinarse. Pero nadie en kilómetros a la redonda podía entender aquella belleza, salvo él.
Cuando sintió su presencia era ya demasiado tarde. Su sombra, más oscura aún que la del propio bosque, se había materializado en todos los cuentos de viejas que había escuchado a lo largo de su efímera existencia. Su ígneo aliento en el cuello fue lo último que sintió.
Inclinado sobre el cuerpo desmadejado y aún caliente de su musa, él se incorporó y se alejó acariciándole suavemente las piernas, tersas y firmes, hasta llegar a los tobillos. Por unos segundos admiró la belleza de sus pies vestidos de rojo. Entonces le extrajo los tacones y, haciendo equilibrios sobre ellos, se alejó canturreando de regreso a la guarida.
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Imagen creada con IA © |
la malicia, la envidia, los cuchicheos se enmarañan en tu cuento junto a las ramas del mismo bosque de tu cuento con oportuno simpático final. Ha sido un gusto leerte Auxi!!!
ResponderEliminarUn relato que se lee con gusto, bien escrito y con intriga, además el final con sorpresa. Muy bueno, me ha gustado leerte.
ResponderEliminarBesos.
Leonor
Tal vez el sombrío admirador haya sido peor que los que la envidiaban o difundían rumores sobre ella.
ResponderEliminarHay algo de ambiguo en el final.
Una buena vuelta de rosca a la manera de creer, los cuentos al final son puro cuento para pasarla bien :)
ResponderEliminarA lo hannibal.
Un abrazo.
vaya quizás alguna admirador mirándola detrás del bosque ja
ResponderEliminarY persistió en el bosque la seducción con tacones altos, le quedaban bien al lobo aquellos andares.
ResponderEliminarHay que leer los cuentos a fondo, no tienen desperdicio, la envidia cochina de las lenguas pacatas y viperinas ha trastocado su sentido, sus sentidos.
Buena versión, aplauso.
Un lobo fetichista, nunca me lo había imaginado. Muy original, me ha gustado ese toque de modernidad con "los manolos".
ResponderEliminarMuy bueno, nos tienes intrigados y resulta que el "lobo" se pone unos tacones y se marcha a su guarida. Desde luego que tienes gracia, salero, pimientero, vinagrera jajaja! Me ha gustado mucho pero el final creo que nos ha dejado a todos boquiabiertos. Un beso, salá!
ResponderEliminarNo me podía imaginar que al lobo lo que le ponía cardiaco no era la caperucita, sino los preciosos zapatos de tacón que calzaba. Una imagen poco ortodoxa y bastante desmitificadora de su fiereza.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
La costumbre de criticar todo lo que ignoramos para crear un mal que a nadie beneficia, casi nunca algo es lo que parece ser, tendriamos que pensar más antes de hablar sin saber.
ResponderEliminarMe ha gustado tu bosque, te enlace para seguirte pues esla primera vez que te visito.
Saludos jueveros.
Muy pero muy bueno!!! De principio a fin me encantó!!!
ResponderEliminarY la imagen del final va perfecta.
Un abrazo.
jejeje no me imagino a un lobo sobre tacones! jajaja
ResponderEliminarLa malicia ultrajando a la inocencia...una historia que escapa a los cuentos infantiles.
Un abrazo, Auxi!
Siempre admiro a un depredador que aprecie el buen calzado. ¡Me ha encantado el giro inesperado que le has dado a una historia de bosque tan clásica! Muy ingenioso.
ResponderEliminarUn beso.