Hay un día en cada trimestre que, sin nada que ver con los solsticios y los equinoccios, te muestran una señal de los cambios estacionales. Barruntando la que nos toca, ya he experimentado la astenia primaveral, las alergias, la tortura de enfundarte la ropa del año anterior y los consiguientes traumas en la báscula de la farmacia de la esquina, la explosión floral, las mudanzas de los armarios, los paseos por el sol... Pero hasta hoy no he sentido ese punto de inflexión que confirma lo inevitable. Hace quince minutos me he acercado a la nevera, la he abierto y, sin la menor dilación ni duda, he rescatado una lata de Coca Cola desde los más profundo de sus blancas fauces. Luego, la he dejado sobre el mostrador un breve lapso. Se ha quedado ahí uno o dos minutos, exudando su frialdad. Y cuando he vuelto a por ella, la lata estaba cubierta de esas diminutas y apretadas perlitas de rocío y había adquirido ese húmedo aspecto aterciopelado tan peculiar. La he sujetado para abrirla. ...
Textos rescatados de las profundidades oceánicas del alma